martes, 17 de agosto de 2010

Quiero (Shakira)

Que me gaste yo la vida
Devorando cada pensamiento tuyo
Cada paso, que se borren tus lunares
Y aparezcan en reemplazo
Dibujados en tu cuerpo
Cada beso, cada abrazo.
Y ahora que estás aquí
Yo de nuevo soy feliz
Pude entender que eras para mi
 
Déjame quererte tanto
Que te seques con mi llanto
Que se nuble cada cielo
Y que llueva hasta hacer charcos.
Déjame besarte tanto
Hasta que quedes sin aliento
Y abrazarte con tal fuerza
Que te parta hasta los huesos.

Y ahora estás aquí
Yo de nuevo soy feliz
Pude entender que eras para mi

Quiero excederme,
Perserguirte, pretenderte,
Quiero amarte noche y día,
Quiero gastarme la vida
Quiero amarrarte a mis
Sesenta de cintura
Llevarte como a tatuaje
Quiero perder la cordura...

Quiero excederme,
Perserguirte, pretenderte,
Quiero amarte noche y día,
Quiero gastarme la vida
Quiero amarrarte a mis
Sesenta de cintura
Llevarte como a tatuaje
Quiero perder la cordura...

Quiero excederme,
Perserguirte, pretenderte,
Quiero amarte noche y día,
Quiero gastarme la vida
Quiero amarrarte a mis
Sesenta de cintura
Llevarte como a tatuaje
Quiero perder la cordura...

Uf... exceptuando los 60 de cintura (que no son na' 60), Shakira lo dice todo... Aunque mi cabeza se quiera resistir, la cordura la perdí hace rato. Me hace gracia sentir cómo mi mente se aterra de ver mis últimas locuras, que hice sin pedirle permiso u opinión. Es que cuando mi estómago me pide que tome algo, yo no cuestiono nada... lo tomo no más. No por nada mi estómago ha tomado las mejores decisiones de mi vida: independizarme cuando lo hice, irme del país, casarme, volver a Chile, trabajar donde lo hago, etc. No son decisiones menores ni tampoco decisiones que las tomara mi estómago en primera instancia. Por ejemplo, hasta que me fui de la casa, las decisiones las tomaba mi cabeza. MAL. Mucho rollo, mucho sopesar y, al final, nada en concreto. Y el estómago estaba puro alegando qué rato. Cuando le hice caso y me fui, santo remedio. No me importó si podía sobrevivir o no solita... sólo me importó que no podía sobrevivir donde estaba. Otro ejemplo: cada vez que dejaba que mi corazón tomara las decisiones sentimentales, quedaba la del panadero... conmigo... sufrí muchísimo, especialmente por miedos estúpidos que mi corazón tenía. Finalmente, decidí hacerle caso cuando el estómago decía: ahora sí. Y santo remedio. Todo bien. Queda demostrado, entonces, que el que sabe, sabe. Y mi estómago (vaya a saber yo por qué) sabe. Por lo tanto, todas las decisiones vitales son supeditadas a su opinión... diga lo que diga mi cabeza o mi corazón... me complique la decisión o no... me aterrorice la decisión o no... y sí, claro, el miedo es como parte de todo (y mis inseguridades no lo hacen nada de mal). Pero, la opinión del humilde estómago es: "arriésgate, que si no, te vas a arrepentir de no tirarte a la piscina... hágame caso, que esto vale mucho la pena". Bueno... hecho. Aquí estoy. Con miedo, pero con cojones. Eso.


FELIZ :)

No hay comentarios:

Publicar un comentario